Se entrecierran los pensamientos para no dar lugar aquellos recuerdos,
pero hoy conquista
el oscuro deseo del pasado.
Podemos pensar que la momificada memoria de nuestras sábanas
nos abandonará,
pero, aún así, el recuerdo se hace más preciso,
en el instante que una sustituta
hace las veces de intrusa en la cama.
Olvidar el amor perdido es perder el deseo a crecer,
pero no nos engañemos,
a su vez,
aquél recuerdo,
es nuestro secreto mejor guardado.
Odio admitirlo y, a su vez reducirlo,
extraño nuestro sexo,
el olor, su olor, nuestro olor.
Motivan estas palabras una cruda esperanza
de que el juego por la misericordia
no termine destruyéndonos por completo.
Odio volver a sentir ese agotamiento emocional.
Exhaustos estamos de tanta verborragia sin sentido.
viernes, 3 de mayo de 2013
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