Ojos negros-cafe
vislumbran el porvenir
de una tácita cita nocturna.
Labios a fuego-carne
estremecen las lenguas
los llantos, las lágrimas.
Ella es dueña
de una piel blanca,
amarga-suave al tacto
árida-dulce al gusto.
Con sus manos
pálidamente cálidas
toca al Dios-humano
como en cuentos del Marques.
Con su boca cálida y ávida
de besos monstruosos
despotrica a su coautor.
Todo ello es propio
del acontecer-errante
de un nítido deseo deleuziano.
miércoles, 29 de septiembre de 2010
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