miércoles, 16 de julio de 2008

Ni campo ni gobierno

Es incongruente la falta de comprensión política que la sociedad argentina demuestra a la hora de reivindicar estandartes comunes. Digo esto, por el simple hecho de que a pesar de la hetegeneidad que se vivió ayer en la Av. del Libertador, se evidenció una vez más, que los unos y los otros de cada lado, apelando tanto a clases como a colores (partidarios), no se halló otro factor común que el "odio" o, dicho de otro modo, el desprecio a un gobierno de turno y a su discutida política económico-social.


Desde hace casi 130 días (4 meses y pico), lo único que he podido rescatar del reclamo del campo y sus allegados, es la voluntad de continuar percibiendo ganancias "extraordinarias" que, gracias a un contexto internacional, aumentó los valores de sus productos (comodities), en algunos casos hasta picos de un 300%. Pero desde la otra cara de la moneda, se plantea un proyecto "redistributivo", basado en políticas confiscatorias-extorsionistas, al mejor estilo de un gobierno fascista, donde se criminaliza la concentración de la riqueza en cabeza de ciertos sectores, la mal llamada “oligarquía”, y adjudicándole responsabilidades históricas como intento de desprestigio de su “legítimo” reclamo y, proyectando, a su vez, un plan de apoderamiento y concentración de poder económico y político en cabeza de grupos afiliados al poder central, que son los verdaderos beneficiaron de la política oficial.


Como estudiante de derecho encuentro en esta puja, un factor común en ambos reclamos: ninguno de ellos plantea un modelo de País construido sobre las bases que sienta la Constitución Nacional, esto es, hacer reivindicar y exigir al (los) gobierno(s) de turno, que sancionen las leyes con los mecanismos que la Carta Magna consagra, y se deje de lado este modelo “hiperpresidencialista”.


Es evidente que el interior queda relegado por sobre el Estado central, ya sea por la dependencia económica como, aún peor, por la dependencia política que se genera por la falta de un verdadero federalismo. Aquí es donde me quiero centran, porque desde que se instaló el conflicto, no he podido escuchar en cabeza de ningún dirigente “pro-campo”, hablar sobre medidas tendientes a llegar a una verdadera coparticipación provincia-estado que no vincule a éstas con el gobierno, por fuera de la ya mencionada dependencia.


No hace falta buscar recetas mágicas para cambiar el modelo de la Argentina, sino simplemente aplicar de forma seria y precisa lo que ya está escrito, y con esto me refiero a que obliguemos al Poder Legislativo a que reglamente la Ley de Coparticipación Federal, que se viene postergando por todos los Gobiernos desde la reforma del ’94, porque dicha ley es la base para que exista un federalismo en el país. La Ley de Coparticipación Federal obliga al gobierno central redistribuir en forma automática a todas las Provincias los fondos que recaudan por el apercibimiento de sus impuestos, o sea, que la Nación no concentrará la masa impositiva para luego repartirla según sus intereses, como sucede hoy, logrando de esta forma mantener un control político, económico y social sobre los gobiernos Provinciales, ya que al no proporcionales los fondos necesarios para la manutención y planificación de sus gestiones, se ven obligados a coalicionarse en el proyecto oficial, sea cual sea éste.


Es mi visión la construcción de una República que no se alce en cabeza de reclamos inmediatos, sin pensar en el porvenir y dejando de lado toda construcción a largo plazo. No podemos continuar viviendo nuestras vidas, como el “safar” de un día al otro, dependiendo de los caprichos de una economía caótica gracias a políticas mal desarrolladas y aplicadas, que lo único que generan es más desigualdad, pobreza e injusticia. En la Argentina hay capital humano y económico para generar un desarrollo al nivel de países de primer mundo, pero no queremos darnos cuenta que solos no podemos, que necesitamos del otro, el terrateniente del peón, y éstos a su vez necesitan del profesional de clase media. Es importante que desarrollemos una CONCIENCIA de República, de Democracia, de Federalismo, de País, y que se desarrollen en todos los ámbitos de la sociedad, debates sobre como apelar a que en la Argentina, la democracia sea la base para un república en la que prevalece el federalismo por sobre las ideas de gobiernos “totalitarios”, regresivos, primitivos, y cerrados a sus propias convicciones y creencias, en donde el Pueblo se adhiere como contrato en masa, sin poder discutir las cláusulas a las cuales se sujetan y en donde siempre es la parte débil que sale perjudicada.

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